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  Simca Rallye:
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Simca Rallye: el viaje. Capítulo 32 17-09-2004
  Jorge Silva

Cof, cof, cof. Cajúm, cajúm. Una tos tonta insinúa el preludio de algo indeseable. Creo que me estoy despertando, o sea que de aquí a un rato voy a dejar de ser Louis Schweitzer y ahora mismo no sé cómo me voy a tomar el asunto. Mira que no me veo volviendo a la cruda realidad, a menos que la realidad me traiga aventuras sustanciosas, hazañas sin par o como poco una comida estupenda a la sombra de los naranjos. Si tenemos en cuenta que viajamos en barco, por no se sabe dónde del Mediterráneo (y más vale, como decía otro día, que esto sea el Mediterráneo), es poco probable lo de una comida opípara y aún menos lo de los naranjales silenciosos y aromáticos. Para lo uno y para lo otro haría falta haber encallado previamente, que no sé si es éste acontecimiento apetecible.

Falsa alarma. La tos, que cualquiera describiría como una tos insustancial de no mediar sospecha de tisis, ha cesado. Sólo queda un moco espeso, de viscosidad alarmante, adherido cerca de la glotis. Como de momento es la glotis de Louis Schweitzer, no puede tratarse de un moco, y si lo fuera será tratado con honores de príncipe, aspirado y extraído con gasas almizcladas de Damasco. O más aún. Louis Schweitzer ha apreciado de reojo a través de mi carne cómo Luismi Vitoria llegaba con una tila cargada. Aleja de mí ese veneno si no deseas recibir tres docenas de azotes. Luismi ha dejado claro su punto de vista: «no sólo tengo yo que acordarme de tu tila sino que además me tratas como a un escudero de segunda. Vete al carajo, amigo». Acepto su crudeza sincera, leal y hospitalaria con el pecho henchido de bondad, de amistosa tolerancia, con el ánimo circunflejo. Y le pido perdón, dado que no es un arrebato cualquiera, es la tregua que impone y el silencio que precisa quien debe seguir soñando a cualquier precio.

Quedan aún por resolver numerosos asuntos. El plan de viabilidad de Nissan-Renault está sobre la mesa. He vuelto de Enstone, con los bolsillos tan llenos como los llevé hasta allí desde Viry Chatillon, o sea vacíos, y mientras masco un plan para la nueva Fórmula 1, cuyo futuro tengo ya apalabrado con Máximo (Mosley), encuentro algunas dificultades. El consejo de administración anda revuelto, disperso, alborotado, cainita, atolondrado, revolvín, reprochón, en resumen altanero y con ganas de gresca. Mira que como me caliente dimito. Pero no: ellos saben que no tienen la facultad de forzar tal cosa y yo sé que no voy a hacerlo. En este encuentro de fuerzas yo, Louis Schweitzer, tengo una ventaja: soy sólo uno y aun dándose muy mal las cosas seré capaz de llegar a un acuerdo conmigo mismo. En cambio ellos, que no sé cuántos son ni ellos lo saben tampoco, estarán un par de años buscándose las cosquillas entre sí, tratando de saber quién está con quién o en contra de cuántos, antes de saber si están o no de acuerdo con lo que voy a proponerles. Lo que voy a proponerles lo tengo perfectamente pensado y va a ser un bombazo.

Lo que tengo perfectamente pensado os lo contaré otro día. Hoy, de momento, me limitaré a ofreceros nuevas y sutiles reflexiones sobre lo que pienso hacer con nuestro equipo de Fórmula 1. A corto plazo, el equipo Renault F1 va a seguir siendo eso, un equipo Renault de Fórmula 1. Pero debe ser francés. A la porra Enstone. Fábrica francesa, recursos franceses, pilotos franceses. Y proveedores. Hasta el último cenicero va a ser francés.

Si en la cantera no encontramos pilotos franceses de capacidad suficiente, que ya va a ser raro, siendo ese un país de gran tradición motorizada, contrataremos a dos panaderos de Toulouse, que están entre los repartidores de pan más veloces del universo. En Francia todos los que conducen vehículos de alta velocidad son rápidos sin parangón: repartidores de pan, conductores de ambulancia, policías, vendedores de flores, religiosas con prisa, bomberos. Todos en Francia, cuando lo que se requiere es llegar cuanto antes, circulan a toda pastilla por entre las dificultades. Qué mayores dificultades que las que cualquiera pueda encontrar al fondo de una parrilla de salida. Sintiéndolo mucho, Fernando Alonso y su compañero tendrán que hallar acomodo en otro sitio. O si prefieren, que se nacionalicen.

A largo plazo, si vas a ver, es una tontería mantener inmovilizados semejantes recursos en un proyecto tan local. Abramos nuestras miras a otras oportunidades, exploremos en lo desconocido, y esto tiene mucho que ver con el plan que he trazado para la alianza Renault-Nissan, cuyos detalles, recordádmelo, pondré en vuestro conocimiento con más calma otro día.

Nuestro equipo de Fórmula 1 va a ser un clon cataclón de aquel equipo que inventó el turbocompresor: un ingeniero veterano, casi vetusto, un equipo asistente formado en la Fórmula 3, un segundo ingeniero bien formado pero con visión de futuro, o sea con cierta expectativa de vida, y una buena fábrica, con el utillaje más reluciente y el menor número posible de metros cuadrados. Lo más parecido que se pueda a una fábrica artesanal de aviones avanzados, porque si hoy ponemos tres autoclaves en lugar de uno y mañana instalamos un taller de titanio mejor que el de Airbus, probablemente muy pronto tendremos un túnel de viento. Y eso es incompatible con un buen trabajo en la pista. La Fórmula 1 se ha convertido en un gigantesco, costoso e incruento campo de pruebas, donde los productos de laboratorio dicen, defraudando toda noción de espectáculo deportivo, si el laboratorio tal es mejor o ha invertido más que el laboratorio cual. Cuando el precio se confunde con el valor, aparece el necio. En la Fórmula 1 que hemos heredado todo es a lo grande, sin pararse a pensar si lo grande, por suntuoso, es mejor que lo pequeño. La capacidad de gasto ha devaluado el talento.

Gastar por gastar es tontería. Yo, que soy quien sabéis que soy, podría firmar ahora mismo la partida precisa para traerme a los Tonetti, aunque sea embalsamados, y montar una de aquí te espero. Pero, reservándome esa prerrogativa para mejor momento, prefiero organizar un equipito sencillo y eficaz, un delicado fruto de la imaginación, antes que un aparato ingobernable que pueda timonear al mínimo descuido el bronceadito de turno. Quiero una nueva Alpine. Me aburre Goliat.

En el próximo capítulo: ¿Es usted imbécil?

© Jorge Silva 2004.

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