Capítulo IV. Jaén

Tranvía de sangre

Cuando Encarni dijo las palabras «tranvía de sangre» el viaje cobró sentido para mí. Había ido hasta Marmolejo, al oeste de Jaén, para ver el lugar por el que el Guadalquivir cambiaba de provincia. Del mismo modo que iba a ver el nacimiento, quería saber cómo era el Guadalquivir en el punto que abandonaba Jaén. Siguiendo las carreteras del mapa, para acercarme al río, pasé más o menos a las nueve de la mañana del penúltimo domingo de julio por una puerta metálica abierta en la que ponía «Balneario de Marmolejo». Crucé la puerta y aparqué en el interior.

Encarni, con ganas de trabajar y ávida de visitantes, vino a buscarme hasta el coche. Yo, que la vi acercarse con una tarjeta colgando del cuello le pregunté si trabajaba en el lugar. Su respuesta afirmativa y sus ganas de enseñarme todos los detalles del recinto sirvieron para formarme una idea de lo importante que fueron las aguas medicinales hace tan sólo cien años que, como aparece relatado en esta web, convirtieron Marmolejo en la población más esplendorosa de Jaén:

«Marmolejo llegó a contar en la época de esplendor del Balneario con más de 30 tabernas, 7 hoteles, 4 casinos, 3 cines, un teatro, 4 joyerías y multitud de tiendas más, todo como hemos dicho en un pueblo de apenas 4.000 habitantes, es fácil imaginar la riqueza y el trabajo que toda esta actividad generaba, los Marmolejeños, fieles a su sentir agrícola, llamaron siempre a la temporada de aguas del Balneario la tercera cosecha.»

«Por todo ello Marmolejo iba tener el privilegio de conocer los grandes avances del siglo XX a la par que las grandes capitales españolas: asfaltado de calles (llegó a ser el único pueblo de la provincia con todas sus calles asfaltadas), servicio de taxis, iluminación eléctrica en las calles, estación telegráfica y de teléfono… y lo que más orgullo despierta todavía hoy entre los Marmolejeños, la construcción en 1916 de nuestro tranvía.»

No soy capaz de saber quién firma esta información. Lo que sí sé es que la web contiene información completísima de Marmolejo, de su balneario y de muchos otros aspectos de la población.

Balneario de Marmolejo. Reproducción a escala real del antiguo tranvía de sangre.

Tracción animal

El tranvía se inauguró en la segunda década del siglo XX y sirvió para llevar agüistas desde los hoteles hasta el balneario, porque el pueblo y las fuentes de aguas medicinales distaban más de dos kilómetros, los últimos de ellos, a la llegada al balneario, con fuerte pendiente.

Dos mulas tiraban del coche, cuyo peso rondaba las tres toneladas en vacío, peso que podía incrementarse hasta las 4,5 toneladas a plena carga. En la reconstrucción que se muestra en el balneario los animales que tiran del tranvía son caballos. En la vida real, hace un siglo, las bestias que tiraban de la pesada carga eran mulas. Dos animales para el trayecto de bajada, tramo en el que seguro que el conductor del tranvía utilizaba los frenos.

Para realizar el trayecto de subida, en lugar de dos mulas se empleaban cuatro, imprescindibles para superar una pendiente superior al 6%.

Desconozco el motivo por el que se invirtió en realizar un tranvía en lugar de utilizar otro tipo de coches que avanzaran sobre ruedas convencionales sin carriles. Sea como sea, esa decisión me ha dado la oportunidad de conocer un concepto desconocido para mí: Tranvía de sangre.

Balneario de Marmolejo. Puerta de entrada

También es sorprendente que en 1916 se utilizara en un pueblo rico, gracias al balneario, un sistema ya en decadencia, como la tracción animal. Pero me imagino que una máquina de vapor, para un trayecto tan corto, además del humo podía resultar una inversión inasumible y que hablar de una máquina eléctrica hace justo un siglo era todavía ciencia ficción, entre otros motivos por la potencia eléctrica disponible entonces en Marmolejo. Y los motores de combustión quizá fueran demasiado caros o resultara complicado conseguir combustible. Con perspectiva, todo parece sencillo.

Es una lástima que no se conozcan los debates previos y los detalles de los motivos que generaron estas decisiones.

Del balneario en sí, poco puedo decir. La capacidad medicinal de las aguas la desconozco y que Ramón y Cajal fuera uno de sus ilustres visitantes no permite deducir nada al respecto, me parece a mí.

Lo que sí sé es que las dos personas que me atendieron, Encarni y Lorena, fueron de una amabilidad exquisita. La visita guiada al balneario es gratuita y probar las aguas, también. Encarni me dijo que había que beberlas en ayunas, por lo que fue un acierto ir a primera hora, antes de desayunar. Probé de las tres aguas.

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