Opel Grandland X (2018) | Impresiones de conducción

21/01/2020 |Redacción de km77.com (@km77com)

Los Grandland X que hemos probado con el motor Diesel de 120 CV (retirado de la venta desde mediados de 2018) y el gasolina de 131 tenían el cambio de marchas manual de seis relaciones y los neumáticos más grandes posibles, unos 225/55 R18 de la marca Michelin y modelo Primacy 3. Creemos que quien haga un uso normal del coche, no echará en falta más potencia. Con ambos se puede viajar a un ritmo ágil en muchas circunstancias, con una reserva de aceleración suficiente. 

El de gasolina de 131 caballos es especialmente agradable fuera de la ciudad porque se oye poco, tiene fuerza a todo régimen y es capaz de llegar a un régimen alto con facilidad. Tiene tres cilindros, pero un conductor no experto o poco atento no se dará cuenta de ello. Va unido a una caja de cambios con relaciones muy largas: en una autopista alemana y aparentemente llana, nuestra unidad de pruebas no pasaba de 5250 rpm en quinta relación, cuando la potencia máxima es a 5500 rpm. No hemos podido comprobar qué régimen máximo se alcanza con la sexta.

Con este motor, el Grandland X es un coche rápido para su potencia. Hemos medido una aceleración de 80 a 120 km/h de 7,2 segundos, que es un mejor tiempo que el obtenido con un Mazda CX-5 de 165 CV (8,5 s).

La conducción de este motor en ciudad tiene un aspecto que puede incomodar. Y es que la entrega de potencia es un poco brusca al comenzar la marcha y a baja velocidad: cuesta salir desde parado con limpieza y suavidad, al menos al principio (puede que en parte se deba también al tacto del embrague). En el Diesel es más sencillo dosificar el acelerador en similares circunstancias, aunque es más ruidoso y vibra más.

El Opel Grandland X con el motor Diesel puede parecer, al principio, un poco más veloz que el de gasolina 131 caballos. Eso se debe a que da la fuerza de forma muy constante desde un régimen bajo hasta su límite de giro. El de gasolina tiene un tacto más «deportivo», porque va de menos a más y alcanza un régimen mayor (como es natural). Por lo tanto, en ciudad y en conducción tranquila, no se saca ventaja a su potencia extra. Pero cuando realmente toca acelerar y apurar las marchas, se impone con claridad.

El consumo del Grandland X de 131 CV no es alto para tratarse de un motor de gasolina, más aun teniendo en cuenta las prestaciones que logra. En nuestro recorrido de referencia ha gastado 7,9 l/100 km, una cifra próxima a la que obtuvimos con el Nissan Qashqai con motor de gasolina de 115 CV (7,7 l/100 km) y superior a la del SEAT Ateca de 150 CV (7,2 l/100, sin ajustar el error del ordenador, que no pudimos calcularlo pero que difícilmente será suficiente para igualar el resultado del Opel).

La caja de cambios automática de ocho marchas que hemos probado en la versión Diesel de 177 CV (versión que Opel dejó de comercializar a finales de 2019) no es de las más rápidas realizando los cambios de marchas, aunque resulta agradable por la suavidad con que funciona. Como es habitual, tiene un modo manual que permite elegir las relaciones, pero este solo se puede controlar desde la palanca de la caja de cambios y no mediante levas detrás del volante. 

El tacto de conducción es distinto en el Opel Grandland X y en el Peugeot 3008. La mayor diferencia viene dada porque la dirección es más lenta en el Opel (tiene unas 3,0 vuelas de tope a tope, por 2,4 la del Peugeot); eso hace que el conductor tiene que girar más el volante para conseguir que las ruedas delanteras tuerzan lo mismo. Eso, junto con la diferencia de diámetro del volante, hace que la percepción en curva sea muy diferente. 

En cualquier caso, la conducción del Grandland X resulta satisfactoria. La suspensión es cómoda —aunque las hay más blandas— y sujeta bien la carrocería. Este Opel no es un coche de esos que llegan a girar casi planos pero el balanceo no es acusado y, sobre todo, no interfiere de manera apreciable en la trayectoria. 

En nuestras pruebas de esquiva y eslalon (vídeo) se aprecia con claridad cómo el control de estabilidad interviene de manera contundente para evitar una posible pérdida de la trayectoria. Esto es algo que en una conducción normal no ocurre.