Mercedes-Benz Clase S (2017) | Impresiones de conducción

08/11/2018 |Pablo David González (@PD_Gonzalez)

En la presentación internacional a la prensa, en Alemania, he conducido las versiones S 400 d, S 500, S 560 4MATIC y AMG S 63 4MATIC+, siempre con carrocería Larga o de batalla extendida. Mi impresión general ha sido que todas ellas tienen un motor completamente satisfactorio por suavidad de funcionamiento y prestaciones y coherente con el concepto de vehículo que representa el Clase S, un turismo de lujo.

Desde el exterior, el motor Diesel del S 400 d es el menos silencioso de los citados, pero en ningún caso lo consideraría ruidoso. Desde el puesto del conductor, el ruido que se oye es muy bajo, y las vibraciones, inexistentes, tanto al ralentí como en movimiento. El único momento en que su ruido no es tan armonioso como el del los motores de gasolina es cuando se lleva muy revolucionado, pero de nuevo, está muy lejos de ser molesto o desagradable.

La versión S 500 me parece una opción muy aconsejable y una alternativa perfectamente válida al S 560 con motor V8. El motor de seis cilindros en línea (L6) funciona con absoluta finura y sin producir vibraciones. Me han llamado la atención las pequeñas, minúsculas, vibraciones que he sentido en el volante del S 560 4MATIC cuando giraba al ralentí y que no he percibido en el S 500. El sonido que produce el motor L6 cuando se revoluciona no es tan bonito como el del V8, una diferencia que para algunos puede ser suficiente para decantar la comprar del segundo sobre el primero (en este caso para mí no lo sería). Lo mismo sucede con la capacidad de aceleración, es más elevada en el S 560 4MATIC, pero poco más, y es mucho más que suficiente en ambos. De acuerdo con las cifras de homologación, el consumo medio del S 500 es 6,6 l/100 km y el del S 560 es 7,9.

El motor del S 500 responde con rapidez al acelerador y entrega la potencia de manera lineal a lo largo de todo el arco de revoluciones útiles. Esto quiere decir que, acelerando desde el ralentí hasta el corte de inyección, no hay ningún momento en que la fuerza de aceleración aumente o baje de forma perceptible, sino que va creciendo progresivamente. En este sentido se parece a un motor atmosférico. Mercedes-Benz consigue este efecto gracias a la actuación de la máquina eléctrica ISG (Integrated Starter Generator, más información en la sección Motores y transmisión), del compresor eléctrico y del turbocompresor. La integración de estos tres elementos está perfectamente bien gestionada porque no se siente el momento en que cada uno comienza y deja de funcionar. Un indicador en la instrumentación muestra cuando el ISG está aportando trabajo al motor de combustión y cuando está recuperando energía. 

El S 560 tiene un motor V8 que resulta una delicia por su refinado funcionamiento y por su armonioso sonido. Si se juega con el cambio automático y se selecciona manualmente una marcha que deje el motor cerca del ralentí, se nota que al acelerar a fondo la fuerza de aceleración sube de forma notable alrededor de unas 2500 rpm, que es el momento en el que el trabajo de los turbocompresores comienza a hacerse efectivo. Este hecho pasa desapercibido con el cambio actuando en modo automático.

Estas tres versiones del Clase S —S 400 d, S 500 y S 560— llevaban la suspensión de muelles neumáticos AIRMATIC, de funcionamiento excelente. En el modo COMFORT proporciona un aislamiento de los baches muy buena, tanto de aquellos que mueven las ruedas con rapidez, como de los que lo hacen con mayor lentitud. La sensación de estabilidad a alta velocidad (por encima de 120 km/h, algo que es legal en algunos tramos de las autopistas de Alemania) es fantástica y el coche parece imperturbable al pasar sobre las imperfecciones del asfalto. En las impresiones de conducción del Clase S 2013 hay más información relativa a la suspensión y a nuestras apreciaciones en comparación con la del Audi A8 (modelo 2014) y BMW Serie 7 (modelo 2012). 

El AMG S 63 4MATIC+ tiene una suspensión de mayor firmeza que la del resto de Clase S y que se puede regular en tres niveles (Comfort, Sport y Sport+). Hace que el balanceo de la carrocería en las curvas sea menor y que de la sensación de mayor control y precisión en estas circunstancias. No obstante, el grado de confort que proporciona a los pasajeros continua siendo muy elevado. Su caja de cambios tiene un embrague multidisco en vez de un convertidor de par (más información Motores y transmisión), que hace que en ocasiones funcione con un poco menos de suavidad, pero que sea más rápida en las transiciones de una marcha a otra. Además, permite un manejo manual mucho más satisfactorio, ya que no sube de marcha automáticamente cuando llega al límite de revoluciones del motor, y no vuelve al modo automático cuando se está más de 10 segundos (aproximadamente) sin pulsar las paletas que hay detrás del volante. Con esta caja además se dispone de la función RACE START, con la que se consigue acelerar lo más rápido posible desde parado (Mercedes-Benz dice que de 0 a 100 km/h tarda 3,5 segundos). 

El motor de esta versión AMG tiene un origen común con el V8 del S 560, pero su rendimiento es muy diferente. Da 143 CV y 200 Nm más, responde con mayor rapidez al acelerador y su sonido, junto con el del escape, se hace más evidente en el interior (un efecto buscado con el fin de dar una mayor sensación de deportividad). Tiene, como el S 560, un sistema de desconexión automática de cilindros que sólo funciona en modo COMFORT. El paso de cuatro a ocho cilindros es imperceptible, aunque se puede saber en qué modo está circulando gracias a una indicación en el cuadro de instrumentos. La velocidad máxima de esta versión está limitada a 250 km/h, aunque se puede llegar a 265 km/h de marcador antes de sentir la limitación, que se percibe como una pérdida suave de la potencia unos pocos kilómetros por hora antes de llegar a esos 265.