El Grand Vitara está más próximo a un todo terreno como el Jeep Cherokee que a aquellos que, aún con ciertas capacidades para circular fuera del asfalto, están enfocados a un uso mayoritario sin salir de él, como un BMW X3.
Por tanto, aquellos que por ocio u obligación transiten por caminos en muy mal estado y no puedan o quieran adquirir otros modelos más costosos y de mayor tamaño —como un Toyota Land Cruiser, por ejemplo— encontrarán en este Suzuki un coche que posiblemente satisfará sus necesidades.
A pesar de este enfoque, el Grand Vitara se desenvuelve suficientemente bien por todo tipo de carreteras.
En las que son rápidas, transmite mucha confianza a quien lo conduce porque da sensación de aplomo y pisa bien.
En las más lentas, el límite lo marca la escasa adherencia lateral de los neumáticos (Bridgestone Dueler H/T de medidas 225/65 R17). A partir de un cierto límite no muy alto, es patente que el coche se desliza hacia el exterior de las cuatro ruedas a la vez y de forma progresiva.
En cualquier caso, el Grand Vitara sigue con cierta precisión las instrucciones que le damos con el volante y los pedales: entra bien en curva y no se descoloca demasiado al decelerar bruscamente cuando está apoyado.
La suspensión es mucho más dura que la del Honda CR-V, que se balancea bastante, y algo más que la de un Toyota RAV4. Que sea así perjudica el confort, que es inferior a estos modelos. A pesar de ello, mantiene una buena capacidad de absorción.
El tacto de la dirección es bueno, ligeramente duro y transmite mucha más información que la de modelos como el Opel Antara o el SsangYong Rexton II. La asistencia es de tipo eléctrico. En las ocasiones en las que hay que manotear el volante con mucha rapidez se endurece mucho (parece que se queda sin asistencia).
Los frenos, de disco delante y tambor detrás, son mejorables por tacto del pedal (la parte inicial del recorrido del mismo casi no es efectiva) y porque se calientan con facilidad si se les somete a un trato algo exigente. Las distancias de frenada son similares a las de otros modelos semejantes.
La versión con el equipamiento JLX-EL, el más abundante y el que hemos tenido la oportunidad de probar, trae de serie control de estabilidad. Su programación y forma de actuar me han parecido buenos en asfalto: da un pequeño margen antes de entrar en funcionamiento y corrige de manera satisfactoria el subviraje. Este dispositivo es opcional en los JLX-A y JLX-E, y no está disponible en el resto.
También tenía faros de xenón para las luces cortas (en el resto de las versiones no están disponibles ni opcionalmente). Me ha agradado mucho el resultado que dan: iluminan intensamente, el haz es muy ancho y el paso de la zona iluminada a la que no lo está es progresivo.
La visibilidad hacia atrás no es muy buena, debido a la poca superficie acristalada que tiene el portón y a que parte de ella está tapada por la rueda de repuesto. En un coche así, sería muy interesante poder contar con un sensor de obstáculos trasero o una cámara de video.