Mercedes-AMG E 53 4MATIC+, E 63 4MATIC+ y E 63 S 4MATIC+ | Impresiones de conducción

24/12/2018 |Enrique Calle (@QuiqueCalle)

Instantes después de echar a rodar, me di cuenta de que el AMG E 63 S 4MATIC+ tiene una puesta a punto especial; no es un AMG E 53 4MATIC+ con potencia extra. Va mucho más allá en términos de eficacia en curva y sensaciones deportivas, a costa de perder un poco de comodidad y suavidad de marcha.

Se nota en que la suspensión es más firme, en que la dirección trasmite más la aspereza natural del asfalto y en que los cambios de marchas no se producen con una suavidad tan sublime. El sonido que produce el escape resulta moderado; en los modos de conducción más deportivos, este es más elevado y hay petardeos a algunos regímenes de giro del motor, pero sin resultar escandaloso como otros coches modernos.

Mercedes-Benz ha conseguido que la pérdida de confort no sea dramática respecto a otros Clase E. Sin embargo, la ganancia en cualidades dinámicas en curva sí es notable. Respecto a un Clase E normal y, en menor medida respecto a un E 43 AMG o un E 53 AMG, se nota mucha más presteza en el momento de girar el volante. La dirección, rápida, tiene ese punto de dureza que se echa en falta en los Clase E más básicos. Esa mayor inmediatez a las órdenes del volante va acompañada de un movimiento de balanceo muy reducido, incluso en los modos de conducción más confortables. También me ha llamado la atención lo poco que se hunde la parte frontal cuando se frena con gran intensidad desde una velocidad alta.

La sensación de aceleración que da este coche es relativamente normal de sentir en deportivos muy exclusivos y caros, pero no tanto en una berlina dotada de toda clase de comodidades y atenciones a sus ocupantes. Nuestras mediciones han confirmado que es muy rápido: ha necesitado 2,0 segundos para acelerar desde 80 a 100 km/h. Un Porsche 911 Turbo S fue algo más rápido y un Mercedes-Benz AMG GT C Roadster de 557 CV también aceleró ligeramente mejor, mientras que un Audi R8 Coupé V10 540 CV fue una décima más lento.

Acelera mucho en casi cualquier circunstancia. Pero cuando de verdad se nota la fuerza del motor es cuando ya se va muy rápido. Intuyo que la velocidad máxima de serie —que es 250 km/h— la debe alcanzar con gran facilidad. Esta se consigue en séptima velocidad, con lo que hay dos marchas de desahogo. Si se paga la opción correspondiente puede llegar a 300 km/h, velocidad que tampoco alcanzará con grandes problemas.

Me he encontrado cómodo a los mandos de este Clase E tan especial porque es de esos coches que hacen sentir partícipe a su conductor de lo que está ocurriendo en cada momento, aunque quizá no tanto como un Porsche Panamera (que es, posiblemente, la berlina lujosa más excitante de conducir que conozco). Para disfrutar en curvas (no hablo de velocidad de paso por las mismas) este Mercedes-Benz me ha safistecho mucho más que el AMG GT, del cual decía cosas como que «su conducción no resultará gratificante para quien necesite un vehículo que se sienta bien en las curvas o que responda con una precisión extrema a cada solicitud del conductor». Obviamente, esa impresión no tiene por qué tenerla todo el mundo.

El Mercedes-Benz AMG E 63 S 4Matic+ es fácil de conducir a un ritmo normal o moderadamente rápido porque «se siente», porque la transmisión de la potencia al suelo es eficaz, segura y los movimientos previsibles. Impresiona en autopistas, pero más aún en curvas medias, donde se puede ir a un ritmo que no consiguen muchos coches del mercado en recta. Se apoya en las curvas con la misma calidad y seguridad que cualquier Clase E, pero sus reacciones son mucho más inmediatas y certeras ante las órdenes del conductor.

A un ritmo moderadamente elevado, este Clase E da mucha sensación de seguridad e incluso de cierta impertubabilidad. Pero cuando se intenta aprovechar la potencia, exige de un conductor capaz de gestionar mucha información muy deprisa. Yo he notado que mis deficiencias como «piloto» han salido a relucir mucho antes que las limitaciones dinámicas del propio coche, que son extraordinarias. Por lo tanto, quien se compre este coche puede tener la sensación (yo la tendría si hubiera hecho tal desembolso) de que ha pagado mucho dinero por un vehículo al cual no saca provecho (esto será irrelevante para quien adquiere un coche así para presumir). Posiblemente un E AMG 53 4MATIC+ dé un servicio similar y un punto más de comodidad. Con todo y con eso, hay que ser bueno para «acabarse» dinámicamente este Clase E de 435 CV. 

Para los Mercedes-Benz AMG E 63 4MATIC+ y E 63 4MATIC+ hay cuatro modos de conducción comunes: I (Individual), C (Confort), S (Sport) y S+. Estos (que se seleccionan desde un mando que hay en la consola) afectan a la respuesta del motor, a la dureza de la suspensión (y altura de la carrocería al suelo), al funcionamiento del control de estabilidad, a la posición de las mariposas de escape (que redunda en un mayor o menor ruido), a la dureza de la dirección, a la disponibilidad del arranque y parada automáticas del motor, al funcionamiento de algunos dispositivos del asistencia a la conducción y a la disponibilidad del avance por inercia (que Mercedes-benz lo llama «modo de planeo»). El funcionamiento de algunos de estos elementos también se puede modificar de forma independiente mediante unos mandos individuales que hay en la consola (imagen): es el caso de la dureza de la suspensión, de la altura de la carrocería, del sistema de escape y del control de estabilidad (hay tres ajustes posibles, conectado, modo handling y desconectado).

Para la versión de 612 caballos hay un modo adicional denominado RACE en el que el control de tracción y estabilidad permanecen desconectados y el eje trasero tiene más preponderancia en la tarea de mover al coche. Adicionalmente, desde este menú RACE se puede acceder al «Drift Mode»: implica que el motor transmite su potencia exclusivamente a las ruedas posteriores (y no vuelve a estar disponible por completo la tracción total hasta que no se superan los 150 km/h). Según el manual, el modo Drift «permite mover el vehículo intencionadamente en un estado de conducción inestable y de sobreviraje».

Con los frenos de material carbocerámico la capacidad de detención es buena aunque tampoco sobresaliente: nuestra unidad ha necesitado 51,4 metros para detenerse desde 120 km/h. La gran ventaja de estos frenos es su resistencia al calentamiento; después de varias frenadas fuertes en una carretera de curvas, no noté que la última frenada fuera peor que la primera. En un uso cotidiano, estos frenos no requieren una conducción especial, pues la capacidad de detención en frío es buena, también lo es su tacto y no producen ruidos. 

Bajo mi punto de vista, un aspecto muy logrado de este Mercedes-Benz es su tracción total. Primero, porque da margen para aprovechar gran parte de la potencia, e incluso toda, a la salida de las curvas antes de que se descomponga la trayectoria de forma ostensible. Segundo, porque está diseñada para que deje el regusto de un coche de tracción trasera. Y eso es así porque incluso en el modo de conducción Comfort, se nota un ligero deslizamiento del eje trasero en aceleración que ayuda a redondear la trayectoria. Si a eso añadimos la gran capacidad que tiene la dirección para guiar al coche, se tiene la sensación de ir a los mandos un vehículo relativamente ligero y que obedece hasta un límite muy alto a las solicitudes del conductor.

El consumo mínimo que cabe esperar son unos 10 l/100 km y el máximo lo desconozco. Lo que sí puedo decir es que el estilo de conducción afecta mucho al gasto de carburante. Si por ejemplo, se conduce a ritmo ágil y acelerando a fondo puntualmente, es muy fácil que el consumo esté entre 20 y 25 l/100 km. Después de hacer la sesión de prestaciones (que implica muchas aceleraciones a fondo, a veces hasta un alto régimen y otras no), el consumo fue 30 l/100 km, que considero que está lejos de lo que se puede gastar en un circuito.