Domingo. 14:40 horas. Paro en Oquillas, pueblo situado sobre el kilómetro 175 de la N-I, entre Burgos y Madrid.
En el bar, tres guardias civiles ven la Fórmula 1.
Fuera del bar están sus coches. El radar es inconfundible. La pintura verde y blanca también.
Han visto la carrera prácticamente entera, de pie. No paraban de comentar y se preocupaban por la suerte de Alonso. «Ya sabía yo que este japonés montaría alguna», ha comentado uno de ellos tras el percance de Nakajima, casi al final.
Al salir del bar, una persona del pueblo parecía saber de qué hablaba: «Hasta Somosierra no hay radar móvil. Está aquí.» Le he hecho la foto. He ido a por mi coche y cuando he vuelto a pasar por delante del bar, unos 15 minutos después, el radar móvil seguía en el mismo sitio.
Desde atrás, es prácticamente imposible de identificar el Peugeot 307 como coche radar. En el exterior, sólo la doble antena del techo puede delatarle. No es fácil de distinguir.