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Botín, danos crédito

Martes 9 de septiembre

El Renault Clio de km77.com está a punto de cumplir 100 000 kilómetros. A las cinco de la tarde inicio viaje hacia Barcelona con él, acompañado por Magda Bandera, coordinadora de La Marea, una revista mensual que realiza un grupo de trabajadores que han creado una cooperativa para sacar este proyecto adelante. Yo formo parte de la cooperativa y durante un tiempo fui miembro del Consejo Rector.

Salimos de Madrid y a los pocos kilómetros le pido ayuda a Magda para que haga fotos del cuadro de instrumentos. Se cumplen los 100 000 kilómetros y quiero tener las fotos. Hacemos fotos del antes, del después, del mientras…

A la vez que hacemos las fotos del cuadro y del cuadro con entorno, Magda me va contando el contenido del próximo número de La Marea: «Emilio Botín cumple 80 años y vamos a dedicarle la portada y el principal informe de la revista. Lo vamos a enfocar por la parte profesional y también tenemos informaciones de aspectos personales curiosos. Tenemos mucha información sobre él y vamos a publicarla».

Magda no me desvela sus fuentes, pero me va contando curiosidades de la vida de Botín (menudo nombre para una familia de banqueros). Detalles sobre comidas, sobre su dedicación, cómo se cuida, qué preocupaciones tiene… Va contando y yo también le cuento la sorpresa que me produce verlo tan aficionado a la Fórmula Uno. El Santander no tenía ninguna tradición de patrocinios deportivos, ni de motor ni de otro tipo que yo sepa, y de la noche a la mañana, no sólo patrocina con grandes cantidades de dinero, sino que el presidente va a circuitos remotos y parece muy aficionado y satisfecho con su inversión.

—Tiene casi 80 años, pero no para.

Hablamos durante muchos kilómetros de Botín hasta que le pido a Magda que me ayude para otra foto.

—¿Otra más?

—Sí. La del kilómetro 100 077.

Se ríe.


El 100 077 se cumple en la provincia de Zaragoza, donde compramos el coche.

Acabamos ya con las fotos y seguimos la conversación con los diferentes enfoques que va a tener el informe sobre Botín en La Marea. Hablamos y hablamos hasta que nos calla la luna la luna.


Amanece como el sol por detrás de una nube, cuando estamos en la carretera que une Zaragoza con Fraga. Prefiero ir por la carretera que por la Autopista, para que el Clio vaya por carretera. Hay mucho tráfico de camiones y me toca adelantar continuamente. Entre camión y camión vemos la luna, enorme, dorada, a medida que emerge.

Sin embargo, lo que llama nuestra atención, a medida que la luna se va haciendo blanca, es una nube a su derecha que encierra dentro la fragua de Vulcano. Incontables rayos la tiñen de dorados y rojos. La tormenta interminable, dentro de una nube en el horizonte.

En los últimos kilómetros nos olvidamos de Botín y de los rayos y lo único que queremos es llegar para beber una cerveza y cenar después del viaje. Tengo las fotos de los 100 000 kilómetros, aunque no sé si hay alguna con foco porque no las he visto y también hemos hecho fotos de la luna y de Vulcano. Me puedo relajar.

Después de la cena, con la luna intensa colgada del cielo, me acerco a la playa y entro en el mar, a disfrutar de la luna y su reflejo. Hace muchos años que no me baño de noche en la playa, pero dura poco. Un escozor en el tobillo me recuerda que ahora hay medusas en el Mediterráneo y salgo rápido del agua.

Miércoles 10 de septiembre

Suena el despertador y todavía tengo el sueño colgado de los ojos. «Iba yo en una furgoneta, conduciendo por la izquierda, con una bicicleta colgada por delante, y le había dado un golpe a un coche que iba por delante de mí en el carril. Un golpecito muy pequeño, pero un golpe. El despertador suena mientras rellenábamos los papeles». Un sueño de coches y bicicletas. Qué raro.

En la ducha pienso en Botín. Recuerdo que alguien me ha dicho últimamente que Botín es ateo, pero no recuerdo quién. ¿Será cierto? ¿Puede interesarle ese dato a alguien? Cuando salgo de la ducha escribo en tuiter: «Lo importante no es ser o no ser ateo. Lo importante es que dios no existe. Aunque creyera, dios no existiría».

Dos minutos después suena el teléfono. Magda Bandera me da la noticia: «Botín ha muerto».

—¿¡Que Botín ha muerto!?

Mi primera idea es fea. «Cabrón. Podía haber aguantado un mes más». Pienso en La Marea, en el esfuerzo que han hecho para recopilar toda la información que iban a publicar a final de mes, en todo el trabajo inservible porque durante este mes saldrán millones de páginas de Don Emilio. En el esfuerzo que supone empezar un número desde cero. Sé que sufren, que trabajan mucho, que tienen pocas recompensas. El número de Botín me parecía una buena idea. Pero va el tío y se muere. «Ni muerto nos da crédito» pienso, casi sin querer.

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