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7.400 km comprimidos en el tiempo. Cuarto capítulo. Camino a Bosnia (4 de 4).

Desde Timisoara (Rumanía) tomamos rumbo a lo que sería nuestro último destino pactado, Mostar (Bosnia y Herzegovina). Para ello debemos volver a atravesar parte de Serbia.

Sumando los puntos kilométricos que aparecen detallados en el mapa tenemos una idea aproximada de la distancia que hay. Para asegurarnos, pongo un SMS a un compañero de km77.com. Tenía la certeza de que estaría trabajando delante de un ordenador.

–“Hola, dime la distancia que hay de Timisoara a Mostar, y cuántos kilómetros son por autopistas”, por favor-

Me responde a los 5 min: -“Según Vía Michelín hay 599 km, de los cuales sólo 60 son por autopistas. Tiempo estimado según esta web, 9 horas.

Era más o menos lo que estimábamos. En esos 599 km los hacemos una media de 57 km/h. En esa media no están incluidas las paradas para poner gasolina ni para comer algo. Tardamos más de las 9 horas previstas.

La entrada en Bosnia y Herzegovina es espectacular. Es un lugar de montañas y valles verdes. Es el país que más nos gusta, con diferencia, de los que hemos conocido por el momento. Además hay muchas carreteras de montaña, bien asfaltadas, con buen trazado y, en ocasiones tienen muy poco tráfico.

Aquí es la primera vez durante este viaje que disfruto conduciendo y aprovecho para aumentar algo el ritmo durante unos cuantos kilómetros. No acelero mucho en las rectas para no gastar mucha gasolina, pero freno poco en los virajes. En algunas curvas de perfecta visibilidad que tomo a velocidad elevada, noto cómo durante unos instantes la carrocería está muy inclinada y el volante perfectamente recto, lo cual sólo es posible porque la ruedas traseras no siguen la trayectoria de las delanteras. La suspensión está ajustada en el modo más duro posible; con tanta carga en el maletero (por detrás del eje trasero), en modo “Confort” o “Normal”, la carrocería tiene movimientos poco precisos en las curvas. Creo que ha sido un acierto adquirir el Golf con esta suspensión de dureza variable (DCC), porque da mucha comodidad cuando es posible y sujeta bien la carrocería cuando es necesario.

Sólo conduzco rápido durante unos pocos kilómetros porque el paisaje merece mucho la pena.


Sin darnos cuenta entramos en Sarajevo. Es impactante ver tanta influencia musulmana en un país europeo. Mientras rodamos por sus calles vemos mezquitas mezcladas con edificios de hormigón mutilados por la guerra. La gente que pasea por las calles parece que vive con total normalidad, a pesar de todo. ¿Cómo será la convivencia después de la guerra, entre los ciudadanos croatas y musulmanes?

Camino a Mostar hacemos una parada para estirar las piernas y aliviar la vejiga. Mi acompañante se introduce en la maleza.

–“Recuerda lo que pone en la guía”- le digo.
-“¿El qué?”-, pregunta.
-“Pues que no es aconsejable dejar las carreteras asfaltadas, ni adentrarse en el campo. Aún hay muchas minas sin desactivar”-. Se lo digo mientras sonrío y comienza a reír. Pero decide aguantarse hasta la próxima gasolinera.

La llegada a Mostar es especial porque es el destino final. Aquí empiezo a ver coches con matrículas de muchos países. Se nota que es un lugar turístico. El barrio musulmán con el puente Stari Most, reconstruido después de la guerra, es lo más significativo. Desde lo algo del puente hay dos personas hablando en italiano, a las que logro entender.

–“Hay saltadores profesionales se tiran desde lo más alto del puente. Tiene unos 26 metros de altura y la profundidad del río es de unos 6”-.

Aquí también hay muchos restos de guerra

En Mostar hicimos noche en un hotelito con encanto, donde nos trataron excepcionalmente bien. Es el alojamiento por el que más pagamos durante todo el viaje –lo cual no era muy difícil-, pero lo pagamos gustosamente.

En el hotel pedimos consejo sobre la mejor manera de volver a España. Nos explican que hay una autopista que acaba de ser inaugurada y une Dubrovnik (Croacia) con Rijeka (Croacia), que casi en la frontera con Eslovenia. Para enlazarla desde Mostar sólo hay que recorrer unos 60 km. Nos llevamos una grata sorpresa pues en nuestro mapa actualizado en el año 2000 no aparece esta autopista. Nos ahorramos unas cuantas horas de carreteras secundarias.

En una carreterita secundaria, en la frontera entre Bosnia y Croacia, nos registran el coche. Es la primera vez que nos ocurre. Los aduaneros tienen el semblante muy serio, como malhumorados por alguna razón que no comprendemos. Seguro que se creían que imponían mucho respeto. A nosotros casi nos parece de chiste, porque teníamos la tranquilidad de no iban a encontrar algo “ilegal”. No tengo ni idea de qué buscan, pero deben ser algo pequeño porque miran en las hojas de unos libros, de la guía de carretera, entre los neceseres (repararon un momento en unas pastillas de Gelocatil…mosqueo…¡!) e incluso revisan la gamuza de limpiar las gafas. Nos dejan pasar pero siguen con cara de enfadados.

El trayecto de Mostar a Madrid fue una carrera de maratón. Sólo queríamos llegar, sin ver nada por el camino. Algo más 2.500 km en dos días, casi todos por autopistas de peaje. En Italia volvemos a encontrar el tráfico enloquecido en la zona de los túneles de Alpes Marítimos. En Francia volvemos a encontrar áreas de servicio acogedoras, muchísimo tráfico y peajes muy caros.

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Nota: En la siguiente actualización incluiré un resumen de los gastos de transporte durante el viaje (peajes, combustible, tasas de autopista) y el consumo medio en litros del Golf durante los 7.400 km.

Enrique Calle

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