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El placer de cuidar el coche de los otros

MINI ONE D - 2005 Elevador km77

Me gustan los coches. Me gustan desde crío. No me gustan ni para fardar, ni para hacer ruido, ni por lo bonitos o feos que sean. Ni siquiera por la tecnología que encierran, por mucho que disfrute conociendo esa tecnología. Ni siquiera me gustan por la posibilidad que me dan de disfrutar de conducirlos, aunque también. Me gustan los coches por un conjunto de motivos, pero el principal, por el que más me gustan, es porque gracias a los coches he vivido momentos maravillosos. Verlos pasar en caravana todos los veranos, coches alemanes sin fin, desde el balcón de mi casa hace más de 50 años, aprender a conducirlos hace más de 40 años, el primer viaje con amigos, el primer viaje con una chica, el primer beso, la primera carrera, el primer cajón, la primera prueba de un coche, el primer reglaje de válvulas, las vacaciones, las curvas trazadas a desmano, la noche que dormimos seis en el coche, los accidentes evitados y los millones de kilómetros recorridos, cargados de sueños, con amigos, con familia, con cronómetros, con remolques…

Auroras77

Los coches son un almacén de sueños, llenos de tecnologías, de años, de averías y de pinchazos. Los kilómetros recorridos al volante, mientras la persona que te acompaña va plácidamente dormida a tu lado, porque se fía de ti, porque sabe que juntos sois más fuertes que el infinito, porque quiere ver la salida del sol en el mar opuesto y deja que la lleves, agarrada de la mano que el coche nos da a la vez a todos los ocupantes.

En los coches viajamos siempre como el muchacho de la novela de Dickens cuando iba sentado en el carro camino de Londres cargado de esperanzas.  No hay kilómetros más bonitos en mi memoria que esos que he recorrido con la caretera iluminada por la luz de la luna, que aparece y desaparece curva tras curva.

He conducido coches de todo tipo, pero mis recuerdos relacionados con los coches casi nunca se dirigen hacia los coches que he conducido por trabajo, algunos de ellos máquinas excelsas, sino a quienes me acompañaban, a las carreteras nevadas, a los viajes de placer en busca del mar o de la montaña, a los recuerdos familiares. Siempre con la luna, se viera o no se viera. Porque ella sabe de mi largo caminar.

Cuidar el coche para los demás

Llevo toda la vida probando coches para entretener e informar a otras personas. 23 de esos años los he pasado con km77, aunque últimamente ya pruebo pocos coches. Por suerte para quienes nos leéis, quienes los prueban aquí en km77, lo hacen mucho mejor que yo. 

Ahora no pruebo coches, principalmente, porque estoy embarcado en el nuevo proyecto de intermediar en la compraventa de coches y de hacerlo con rigor e ilusión, para dar muy buen servicio y satisfacción tanto a quien compra coches usados  como a quien los vende.

Por mi forma de ser, disfruto este trabajo como un niño. Sin duda tendremos que ganar dinero para poder mantenerlo, igual que ocurre con km77.  Pero nada es capaz de pagarme mejor que la felicidad. Y la felicidad de dar el mejor servicio que seamos capaces de dar no me la va a quitar nadie.

Un MINI en la oficina

He escrito este larguísimo preámbulo porque me lo pedía el cuerpo, porque me sienta bien contar lo que anida en mi cabeza. Pero en realidad de lo que quería hablar es de que tenemos un nuevo coche de segunda mano en la oficina y de lo feliz que me he sentido esta semana cuidándolo. Me he sentido feliz cuidando de un coche que no va a ser para nosotros y de ver que Marcos, la persona que se encarga de revisar y de cuidar los coches que pasan por nuestras manos, también ha sido feliz cuidándolo.

Lo primero que hicimos al recibir el coche fue llevarlo al chapista para reparar un ligerísimo raspón situado en la parte trasera derecha. Fuimos al taller que nos dijo en anterior dueño del coche, porque lo pagaba su seguro a todo riesgo sin franquicia. En el taller hicieron un buen trabajo. Primera buena noticia.

La rentabilidad que se consigue con felicidad

En la revisión al coche, Marcos detectó que el turbo sonaba y que convendría poner uno nuevo. También decidimos que no podíamos vender el coche con esos discos de freno y esas pastillas, por lo que cambiamos completamente los frenos delanteros. Además, perdía un poco de aceite por la tapa del cárter, por lo que Marcos quitó la tapa, raspó con mimo la silicona envejecida en los dos lados, puso silicona nueva y volvió a colocar la tapa. Todo con cuidado exquisito, que es como a mí me gusta y a Marcos también. Me ha hecho feliz verlo trabajar.

Llegados a este punto, Marcos me dijo la mejor frase que me podía decir, aunque él no lo supiera.

— Javier. El cubrecarter está muy sucio. ¿No tendríamos que lavarlo?

En nuestras instalaciones no tenemos un buen desagüe para limpiar con abundancia de agua y jabón. Lo tendremos cuando nuestro negocio crezca, pero de momento lavamos los exteriores en un lugar de lavado cercano y rematamos la limpieza en la nave ya sin necesidad de tanta agua. Por tanto, para lavar el cubrecarter había que meterlo en un coche, llevarlo al lugar de lavado y limpiarlo bien. ¿Quién iba a hacerlo? Yo, por supuesto, que mis horas no valen dinero. Y que me hace feliz lavar una pieza escondida. Nadie va a ver nunca si está limpia o sucia. Pero mi cabeza lo sabe y la quiere limpia.

Y si mis horas valieran dinero tampoco me importaría. Un negocio de estas características no puede hacerse sometido a las reglas que impone la hoja de cálculo. ¿Es rentable limpiar un cubrecárter que nadie va a ver? ¿De qué rentabilidad hablamos, de la que se paga con dinero o de la que se paga con felicidad?

Un vendedor como los que queremos en km77

Todas las reparaciones que le hemos hecho al MINI han sido posibles porque el vendedor ha estado de acuerdo con pagarlas. Y podía haber elegido otro camino. Ese turbo podía haber funcionado 10.000 o 20.000 kilómetros más sin causar problemas, pero el vendedor ha estado dispuesto a asumir el coste de sustituirlo para vender un coche en mejores condiciones. También ha asumido el coste de frenos y pastillas y de sustituir el elevalunas derecho, que no funcionaba. Nosotros no aceptábamos el coche sin que alguien (o nosotros) realizara esas reparaciones. Y el vendedor decidió reparar y asumir el coste. Estoy convencido de que lo recuperará económicamente porque podremos vender el coche a un precio superior. Pero también lo recupera emocinalmente, porque sabe que es una venta honesta.

Este es el tipo de vendedores que buscamos. Podríamos haber intentado vender el MINI a un precio inferior avisando al futuro comprador de que el turbo estaba en las últimas. Pero, ¿nos vale la pena a todos traficar con la incertidumbre? ¿No es mucho mejor tener la certidumbre de que si vas a pasear con tu coche bajo la luna el riesgo de que te deje tirado es mínimo?

Para sustituir el revestimiento de la palanca del freno de mano, hemos optado por una pieza no original (10 €), debido al precio (62 €) de la pieza original. Hoy me ha dicho Pablo, una de las personas que prueba los coches, que le falta la antena. La buscaremos y la pondremos. Y, por supuesto, la limpieza, como se verá en las fotos, será hasta en el último resquicio. Vender coches es un placer. Nunca lo había saboreado. Tener la consciencia de que con cada coche entregas una caja de sueños, que en algunas ocasiones fallará, pero que tenemso que hacer todo lo que esté en nuestra mano para que no falle, es posiblemente el trabajo que me haga más feliz de todos los que he hecho en la vida. Nunca había pensado en esa posibilidad.

Gracias Marcos, por cuidar de los coches. Gracias, Javier, tocayo, por asumir el coste necesario para que tu coche haga feliz a quien vaya a quedarse con él. Gracias mundo, por darme la posibilidad de trabajar en una tarea tan gratificante.

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