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Un pensionista llamado Terminator

terminator

 

Ha pasado mucho tiempo, señores y señoras, pero ya se sabe: la vida.

Entre padre y perro, perro y padre, y los vaivenes de mi propia vida se me han quitado las ganas de darle a la tecla en muchas ocasiones. Cuando tenía tiempo de escribir no me apetecía y cuando me apetecía no tenía tiempo. Ahora se ha dado la conjunción astral de ambas cosas y me he puesto a ello.

En estos días he visto Poltergeist y el primer capítulo de True detective. De lo segundo les hablaré con calma en el próximo post (el viernes, ya se lo adelanto) y de lo primero ahora mismo.

Pero déjenme empezar explicándoles que estos días he andado metido en el Cine Europe, que es cosa de exhibidores de Europa que se juntan en Barcelona (al menos hasta 2017) para que las multinacionales les enseñen todas sus novedades en lo que resta de año.

He podido ver Terminator Génesis y una cosa nueva de Jack Black llamada Pesadillas. Huyan de lo segundo y vayan a lo primero por su cuenta y riesgo. La quinta entrega de Terminator es espectacular en las escenas de acción (créanme, espectacular es la palabra) pero se pierde uno entre tanta paradoja terminal y que si ahora viajo al pasado y luego al futuro y luego al presente y luego al futuro pero que parece el pasado y luego al futuro que parece el presente y luego… que dan ganas de levantarse y gritar “QUE OS ESTÉIS QUIETOS YA, COÑO”.

¿Qué me ha gustado? Pues Emily Clarke, la chica de Juego de tronos, que definitivamente es una gran Sarah Connor. Me la creo de tipa guerrera tanto como me la creo de khalessi (no sé si se escribe así, sean buenos, no me lo hagan buscarlo que tengo el wifi vago) y cada vez que coge un arma, ya sea el cañón o la metrallera, siento un cosquilleo en la entrepierna (perdónenme el comentario, ya saben que soy extremadamente correcto).

He visto más cosas: como la nueva de un director mítico que se estrena en navidad y de la que me han prohibido hablar bajo amenaza de muerte. Si ahora la mencionara aquí, unos albano-kosovares llamarían a la puerta, me atarían a una silla, me cortarían las manos y se las darían de comer a un cerdo que habrían traído con ellos en su furgoneta negra de matrícula suiza. O algo así.

En cualquier caso, sufriría las consecuencias y sería torturado por algún ciudadano de un país del este (por favor, si algún ciudadano de algún país del este se encuentra leyendo este post que no se sienta ofendido, podría haber dicho ‘algún ciudadano de los emiratos árabes pero por mi edad me encaja más que sea del este) ayudado, o bien por una batería y unos electrodos con pinza para los pezones, o bien por un perro pequinés al que previamente se ha trasplantado la mandíbula de un pit-bull. Vale, igual no, pero ¿a qué molaría?

La otra peli es Poltergeist, que me ha parecido un remake más que digno, autoreferencial, bien dirigido y con algunos sustos estupendos. Yo es que a estas películas tampoco les pido más, oigan. A lo mejor es que estoy mayor y ya no tengo la energía para andar buscando obras maestras cada vez que voy al cine. Ahora voy y si me entretienen hasta me alegro.

Me acuerdo de cuando pensé en comprarme una pipa y una boina para parecer más serio, además de asentir en el cine viendo cine iraní (para hacerme el interesante) y reírme antes en los chistes de las películas de Woody Allen (justo antes de los chistes, ojo) para que se entienda que para mí el humor judío no tiene secretos.

Les dejo. Voy a ver alguna película o algo, igual me arriesgo y no es estadounidense.

(Chúpate esa, crítico serio)

Abrazos/as,
T.G.

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