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Niño, deja de ya de joder con la pelotita

niño

 

 

Hola señores y señoras,

 

Cómo están ustedes? (Ya saben que siempre que hago esa pregunta me los imagino a todos gritando al unísono: “Biennnnnn”.)

 

Como les prometí, ya he visto El niño, que cuando escribo estas líneas encabeza la taquilla española, por encima de Lucy y Guardianes de la galaxia (de las dos ya hemos hablado en este humilde blog), y promete ganar el fin de semana, aunque de momento no conocemos las cifras.

 

Antes de entrar al trapo con la película de Daniel Monzón, permítanme que felicite a Tele 5 por su insoportable campaña de marketing con ella, que casi me ha convencido de que era una porquería por pura machaconería.

Llevamos ya tres meses de Niño aquí y Niño allá, en cada programa, en cada pausa, en cada debate, en cada periódico, televisión, radio y blog de nuestro país. Sin tregua, como si la táctica de bombardear al españolito por tierra, mar y aire con lo de la maldita película fuera a asegurarles el taquillazo.

 

Bueno, ya saben ustedes que la cosa ha funcionado con Torrente(s), Los ojos de Julia, El orfanato, Lo imposible y Ocho apellidos vascos, así que para qué iban a querer cambiarlo. Al final tenemos lo que nos merecemos, pero yo siempre he creído que hay una gran cantidad de espectadores que simplemente no va (menos a Ocho apellidos vascos, a esa fue todo el mundo menos mi abuela) por el coñazo que te dan (día y noche) con el producto de turno.

 

A lo que íbamos.

 

El niño es una buena película, magníficamente dirigida, bien escrita y con algunas escenas (como la famosa persecución de lancha y helicóptero) que son francamente espectaculares. Los actores son de primera (aunque a mí el niño de los ojos bonitos y que todas las niñas quieren beneficiarse me toque bastante el pie), especialmente Luís Tosar y Jesús Carroza. Este último encabeza ahora mismo mi ranking de actores secundarios españoles con su capacidad para crear personajes de la nada, con un par de pinceladas. Su perdedor en El niño es un tipo memorable, y seguro que todos somos capaces de nombrar a alguien que nos lo recuerda, muestra indiscutible de que en lo específico se esconde lo universal.

 

Así pues, todo bien, Monzón demuestra que es un director de primera clase (a este le veremos volar en breve, junto a Bayona, en Hollywood) y que, aunque haya transcurrido casi un lustro entre ésta y su anterior película (la impresionante Celda 211), no se le ha olvidado dirigir.

 

Dicho esto, a mí la película no me parece memorable. Creo que hay cierta frialdad en el tono, cierto nervio que echo de menos, y que –me da la impresión– al niño se le ha escogido por su cara bonita más que por otros factores y que, cuando lo vemos con Luís Tosar, se pone de manifiesto que sí, que realmente es un niño.

Además, si tenemos en cuenta lo que era Celda 211, un thriller afilado como el maldito bisturí de Hannibal Lecter, El niño me parece corta: en ambición y en resultados. Quizás porque cuando hizo Celda 211 Monzón contaba con un presupuesto limitado y todas las decisiones eran puramente narrativas (que no estéticas), en esta ocasión me temo que, obligado por el gigantismo del propio filme que tenía entre manos, a veces parece como si tuviera que cumplir con un cupo de acción que queda muy bien en los trailers pero acaba resultando –al menos para mí– un simple recurso, un set pensado para embobar al público.

 

El niño me hace pensar en Manhattan sur o Heat, lo cual debería ser un piropazo, pero, mientras Mann y Cimino apretaban el acelerador hasta el fondo, Monzón se ve obligado a darle constantemente al embrague.

 

Ya saben lo que decía Harry El sucio de las opiniones: “Son como el culo, todo el mundo tiene una”. Bueno, pues ahí tienen la mía.

 

Hala, abrazos/as,

T.G.

 

 

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