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He visto Avatar y…

Esta mañana a las 11 me he sentado en una sala de Barcelona después de dejar mi móvil y ante la atenta mirada de un señor armado con un detector de metales. La cosa ha empezado con un cuarto de hora de retraso y puedo afirmar que pocas veces he visto tanta prensa en un pase de prensa.

Bueno, he intentado no meter spoilers en el post, pero dejo en vuestras sabias manos leerlo o no. Así me curo yo en salud.

(No voy a contar aquí el argumento, ya se ha explicado un millar de veces. Me centraré en lo visto)

¿Por donde empiezo? Pues por el principio. Avatar arranca con el personaje de Sam Worthington (Jake Sully) metido en una especie de capsula de hibernación. Su despertar es el primer ejemplo del impresionante, tremendo, terrorífico trabajo con el 3D que ha hecho James Cameron con esta película. Cuando Sully sale de su capsula y vemos las dimensiones de la nave que los transporta empezamos a ser conscientes de lo que el realizador decía hace unos meses al respecto de que la tecnología iba a estar al servicio de la narración y no al revés.

En primer lugar me quito el sombrero ante Cameron: el tío ha tenido los santos huevos (perdonadme el vocabulario) de gastarse 250 millones de euros en un drama clásico, una película intimista (sí, sé que parece difícil, pero los momentos de contemplación en esta película proyectan exactamente esa sensación) de aventuras cuya columna descansa en un mundo de una belleza apabullante salido de la nada.

El diseño de Pandora, el planeta donde transcurre la acción, de sus animales, de su vegetación… supera con mucho cualquier cosa que se haya visto NUNCA en la pantalla de un cine: hay momentos en que parece que puedas oler el maldito sitio. La mayoría de escenas de la primera parte del metraje, cuando Jake intenta enrolarse en las filas de los habitantes de Pandora a través de su avatar (un bicho de dos metros y medio de altura al que controla a través del pensamiento) y es conducido a lo largo y ancho de sus bosques para conectarse con el alma colectiva del lugar (el mensaje de Cameron, naif, si queremos, no difiere mucho del de una película como La princesa Mononoke y ha habido momentos en que hasta me ha recordado –por su lúcida visión de lo que sucede cuando dos culturas se encuentran, o sea, que una de ellas paga el pato- a Apocalipto) son de una brillantez tan absolutamente imposible que en el cine se ha oído más de un «joder».

El 3D es absolutamente maravilloso. Es profundo, relevante, majestuoso. Ha habido momentos en los que he pensado que estaba viendo el cielo de los efectos especiales. He tenido ocasión de asistir a un sinfín de películas en tres dimensiones este año y esta es la primera vez en la que creo que el formato tiene un sentido fílmico y que no es algo gratuito para que la entrada salga más cara.

He dejado para el final el tema del diseño de los auténticos protagonistas: los habitantes de Pandora. Esos bichos azules gigantescos y sus congéneres planetarios. Y amigos/as, eso es indescriptible. Avatar va a cambiar la manera de ver el cine. A partir de ahora nos harán tragar lo que les de la gana: la expresión facial, las texturas, los reflejos, la piel, el cabello, los gestos, la mirada…todo es PERFECTO. Quiero decir que no ves trampa, ni cartón, solo ves a unas criaturas que encajan en la película, en cada fotograma, en cada escena. No hay ni una sola ocasión en la película en que puedas decir “uff, como se les ve el plumero”. ¿El Gollum? Cosa de aprendices. Eso ya es pasado.

De verdad, no vais a creerlo.

Lo digo con sinceridad: Avatar me ha parecido una experiencia (porque eso es lo que es, una experiencia) que enseñará a todos esos incrédulos que iban por ahí anunciando el final del séptimo arte tal como lo conocemos que nos queda mucho espectáculo por recorrer.

He flipado amigos/as, quizás como nunca. No estoy hablando de algo que me haya llegado al alma (hay mucho cine por ahí que me llega sin tener que recurrir a nada de lo antes comentado, no mezclemos conceptos) sino del espectáculo sensorial definitivo: una película pensada para joderte los sentidos, para ponerlos del revés y luego del derecho, para meterte en un universo imposible y que te parezca lo más normal del mundo.

Que además el realizador se tomé una hora y media (de las dos y cuarenta que dura el filme) para explorar con nosotros todos los recovecos y las esquinas del lugar es algo tan profundamente admirable (e insólito para una película que aspirar a reventar taquillas) que –creo- que conmigo Cameron se ha ganado un fan de por vida.

Cosas que no me han gustado (que también las hay):

La música, de su habitual James Horner, me ha dejado absolutamente frío y hasta me ha molestado. Eso y un par de toques (digamos media docena) new age son lo único que me separan de llamar a la película de James Cameron OBRA MAESTRA ABSOLUTA.

Lo dejaremos en obra maestra.

¿Preguntas?

(Eso sí, es obligatorio que me contéis como la habéis visto vosotros/as en cuanto este hecho se produzca).

Buen fin de semana,

T.G.

P.D.: perdonad las erratas, el vocabulario y demás. Acabo de llegar a casa, ha sido un día duro pero no quería dejar de comentar la peli.

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