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El gran batacazo

 

Otro fin de semana desastroso para el cine en general y para el cine español en particular. Aún no hay cifras oficiales pero ya les adelanto que el batacazo va a ser de impresión. Sólo Iron man 3 ha aguantado el tirón (se hará con sus buenos millones, pero lejos de los grandes taquillazos de otros años) de una taquilla que se va a tomar viento a marchas forzadas (ya les dije que el debate que debería producirse en el sector no va a producirse, porque en este país nuestra capacidad de argumentación se limita al “y tú más”) y que cada semana recauda menos que la anterior. Ya no cuela ni la excusa del buen tiempo, porque este fin de semana ni eso, ni con lluvias y tormentas, ni aunque nos dijeran que los cines son el único lugar donde podremos librarnos del Apocalipsis. Nada, nos quedaríamos en casa porque allí se está mejor y tengo mi ordenador y así no gasto. Y blablablabla. Esto no lo salva ni los Vengadores.

 

Quede dicho también que Iron man 3 aparte, lo de este fin de semana era para echarse a temblar. Por un lado esa cosa llamada Combustión, de ese proyecto de director llamado Daniel Calparsoro. Seguro que este señor es una magnífica persona y muy amigo de sus amigos pero que siga consiguiendo financiación para sus proyectos es algo que me tiene –profundamente– alterado. Su última película, Invasor creo que se llamaba, era un engendro infumable de alguien que había visto muchas películas americanas y las había procesado mal. Aún recuerdo la jartada de reír con ese mamarracho llamado Karra Elejalde (un actor cargante hasta cuando le dirigen bien, y no sería el caso) yendo de superespías del CNI… joder, si es que hasta ahora me dan ganas de carcajearme y no me acuerdo ni de la mitad de las memeces que decía su personaje.

 

Ahora llega con Combustión, una irrisoria, delirante, patética película que trata de ser la franquicia española que plantará cara a Fast & Furious (eso lo digo yo, no ellos) y que en realidad es una de las peores películas españolas del último lustro. Primero, eso de mostrar el universo de los bakalas, poligoneros o cómo cojones quieras llamarlos es de una estupidez flagrante (ya lo demostró el batacazo de Yo soy la Juani), porque el target es absurdo: ¿a quién le importan las historias del chulo, la nena mona y sus bugas? Pues a nadie, a menos que venga del otro lado del Atlántico y llegue con NOMBRES propios (actores reconocibles). Me río mucho con Álex González (otro proyecto de actor que se va a quedar en guaperas y va acaba haciendo anuncios de La Piara, tiempo al tiempo) tratando de ser carismático. Ya se pegó la hostia con la nefasta Alacrán enamorado y ahora repite con Combustión. En segundo lugar, ¿alguien se imagina una película de persecuciones donde lo peor son las persecuciones? Pues eso.

 

La otra “película” española de la semana es El ayer no se termina nunca, de Isabel Coixet. Sobre esta señora no tengo mucho que añadir, sus películas hablan por ella: tal índice de afectación, sentimentalismo barato y pobreza discursiva ha acabado sumiendo su cine en el maravilloso mundo del disparate. No hay quien se trague sus películas: ya no va a verlas ni el Tato. No lo digo yo, lo dice el Tato (léase la taquilla).

En esta ocasión la Coixet habla de una pareja que discute sobre quién somos, de dónde venimos, les entra agua a los peces en los ojos, marean los columpios, mar o montaña, niño o perro, celo o cinta americana y me disparo o me ahorco (esto último es mi reflexión).

 

Y Iron man 3? Pues la mejor de la trilogía.

 

Abrazos/as,

 

T.G.

 

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