He conducido las dos versiones más potentes del Mégane Coupé Cabriolet, en ambos casos con el techo plegado y con el cortavientos opcional (200 €), que anula las plazas traseras.
Con el cortavientos puesto y las cuatro ventanillas subidas se elimina casi totalmente el azote del viento a cualquier velocidad, y se puede mantener una conversación en tono normal hasta unos 140 km/h.
El tipo de uso que se vaya a dar a este coche es determinante para escoger el motor. No he conducido el Coupé Cabrio con motor de 1,6 litros pero, por lo visto en otros Mégane, me parece que es el más recomendable en general. La respuesta de este motor es muy buena y resulta más que suficiente si lo que se pretende es viajar con el techo abierto el máximo tiempo posible.
Salvo para quien considere a este modelo como un cupé con cierta faceta «deportiva», no creo que los otros motores sean necesarios. Si efectivamente es eso lo que se espera del coche, cualquiera de los dos es igualmente adecuado. Al tacto, al menos, no he visto una gran diferencia de aceleración entre ellos.
La diferencia es la que se puede esperar entre un motor de gasolina atmosférico y uno Diesel con turbo: con el primero hay que trabajar más sobre el cambio para tener una buena aceleración. Como el motor Diesel no suena ni vibra mucho más que el gasolina, elegir entre ellos me parece una cuestión personal según el tipo de conducción que prefiera.
El tacto que tiene esta versión es semejante a la de un Mégane normal, aunque con dos diferencias apreciables. Una es que, si el techo está abierto y la carretera tiene baches, se puede apreciar la vibración en el volante característica de los descapotables (en especial de los cuatro plazas). La otra es que se nota menos el balanceo. Esto puede que se deba simplemente a que el asiento está más bajo, o bien a que verdaderamente el coche se balancea menos.
La suspensión es más dura que la de un Mégane normal, pero también pesa entre 165 y 175 kg más (comparado con un Mégane de tres puertas). Si hay alguna diferencia causada por la menor batalla del Coupé Cabrio, yo no la he notado durante el recorrido que hemos hecho, que consistía principalmente en autovía y en unas cuantas curvas lentas y con buen asfalto.
Por lo poco que lo he conducido en curva, me parece que es un coche que responde bien aunque no es un prodigio de agarre ni de agilidad. Tiene ese tacto de dirección característico del Mégane con el que, al iniciar el giro, parece que las ruedas no se llegan a mover. A algunos compañeros no les gusta nada, yo me llego a acostumbrar.
No tiene rueda de repuesto y considero que eso es un defecto. En su lugar hay un bote con un fluido que sirve para taponar un pinchazo, que sólo es útil cuando la rueda no ha perdido mucho aire. Opcionalmente (por 200 €) hay un kit de reparación de pinchazos con un compresor que se conecta a la batería del coche.
Ninguno de estos dos sistemas sirve si la pérdida de aire se produce por una llanta doblada o si el daño del neumático es grande. Renault, como otras marcas, se atreve a dar este paso porque confía en que los pinchazos son relativamente infrecuentes (según sus datos, uno cada 62.000 km) y porque, en caso de pinchar, los afectados se pueden dirigir al servicio de asistencia en carretera.