El interior ha mejorado respecto a la versión anterior. A pesar de ello, hay materiales y detalles que no llegan a tener la calidad de otras berlinas de precio y tamaño semejante, como el plástico de la parte inferior del salpicadero, el que rodea al climatizador o el reloj que está en la consola central (que parece un añadido de última hora).
Los asientos son cómodos y sujetan suficientemente bien el cuerpo. El volante, de aro fino, es ahora regulable longitudinal (es el primer Hyundai que tiene esta posibilidad).
No lleva el equipo de audio específico que aparece en la foto debido a que el que monta Hyundai no es compatible en Europa. Para paliar este inconveniente, el distribuidor español de Hyundai instala (sin sobreprecio) un radio navegador con lector de CD-DVD de Alpine.
He conducido la versión que monta el nuevo motor de cuatro cilindros y 161 CV. Me ha parecido agradable de utilizar por el empuje que tiene a medio régimen, aunque he echado en falta algo más de fuerza cuando se acerca al limite de giro (corta inyección alrededor de 6.750 rpm).
Durante un tramo de autovía de unos 50 km a una velocidad de 140 km/h con algunas puntas superiores a 170 km/h, el ordenador indicaba una media superior a 12 l/100 km (sin tener especial cuidado con el acelerador). El cambio me parece correcto por tacto y manejo.
No es un coche ruidoso; el sonido del motor, que a mí me ha parecido agradable, se escucha muy poco. Viajando por autovía lo que más se oye son los ruidos aerodinámicos.
La suspensión es más blanda que firme, y permite, en algunas circunstacias (carreteras con ondulaciones, por ejemplo), amplios movimientos verticales de la carrocería. En relación con este movimiento de cabeceo, el de balanceo está mejor contenido.
No me ha terminado de gustar el tacto de la dirección porque no transmite con claridad como pisa el coche. Durante la presentación, a alta velocidad tanto en autovía como por carretera, me ha dado sensación de ligereza en el tren delantero.