El motor del S es esencialmente el mismo que el del Cooper: un 1,6 litros de cuatro cilindros, con culata monoárbol de cuatro válvulas por cilindro. Tiene un compresor para aumentar la potencia desde un régimen de giro más bien bajo. A pesar de sus muchos caballos para la cilindrada que tiene, la entrega de potencia se realiza de forma muy agradable sin tirones bruscos y desde bajas revoluciones. En vista del resultado, la decisión de utilizar un compresor parece acertada. Es difícil asegurar que con un turbocompresor el resultado sería peor, pero mejorar la calidad y cantidad en la entrega de potencia, con esta cilindrada, debe resultar complicado.
El motivo que obliga a utilizar este motor es el escaso espacio disponible en el vano motor. Ni siquiera es posible utilizar una culata con doble árbol de levas, ya que no hay espacio para ello según me aseguró el ingeniero responsable del desarrollo del motor para este coche.
Como no lleva culata de doble árbol, se ha renunciado a utilizar un sistema de distribución variable que resultaría muy complicado. Una distribución variable hubiera permitido una entrega de potencia mayor antes de 1.500 rpm (por debajo de este régimen de giro la contribución del compresor es inapreciable), lo que hace más agradables las arrancadas en los semáforos. Doy esta información porque estuve hablando de ello con el ingeniero, no porque a mí me parezca que el Cooper S resulte desagradable en el instante de la arrancada.
El compresor volumétrico da una presión máxima absoluta de 1,8 bares; tiene un intercooler, ventilado a través de una ranura en el capó. La relación de compresión baja hasta 8,3 a 1 (el motor atmosférico tiene 10,6). Para evacuar mejor el calor, el Cooper S lleva un radiador para el aceite.
Da 163 CV de potencia máxima a 6.000 rpm, el mismo régimen en el que el motor del Cooper da 116 CV. Esto constituye un incremento de potencia de casi un 41 por ciento. El incremento de par máximo es aún mayor: de 149 a 210 Nm, siempre a 4.000 rpm; es decir, el par máximo aumenta un 41 por ciento. La cantidad de par máximo que da el Cooper S con relación a su cilindrada es muy alta, incluso si se tiene en cuenta que se trata de un motor sobrealimentado (comparativa de presión media efectiva de motores sobrealimentados).
El corte de inyección se produce a 7.000 rpm, régimen cercano al que se consigue la velocidad máxima en 5ª. El desarrollo de la sexta es largo. Se trata de una marcha para viajar con menor ruido y sobre todo con menor consumo, que es alto en este coche.
El rendimiento del motor no es particularmente bueno, dado su consumo. El consumo medio homologado es 8,4 l/100 km; gasta más que un Clio 2.0 de 169 CV (7,9) o que un Ibiza Cupra R de 180 CV (7,8). Tanto el Clio como el Ibiza pesan menos que el Mini Cooper S.
Las diferencias estructurales entre el motor del Cooper y el Cooper S son muy grandes. Entre otros elementos, cambian el cigüeñal, los pistones, refrigerados por chorro de aceite, las válvulas, el escape o el radiador. También es necesariamente distinta la programación de la centralita.
La caja de cambios es manual de seis marchas, con tres ejes, para reducir su longitud. Su funcionamiento me ha parecido bueno, rápido y preciso. Las relaciones de cambio son cerradas hasta la quinta marcha y la sexta sirve para reducir consumo y ruido.